Google
 
Web ciudadanosenmovimiento.blogspot.com

lunes, noviembre 06, 2006

EL FASCISMO PRIISTA DE LA MANO DEL YUNQUE

Aferramiento y chantaje
del PRI hacia la derecha
Por: Julio Pomar
(especial para ARGENPRESS.info)


La situación oaxaqueña, donde el gobernador Ulises Ruiz se agarra con las uñas al cargo, pese a las incontables evidencias de su ingobernabilidad y su aislamiento (en primer y básico lugar, de su propio pueblo), pone una vez más en el tablero la cuestión de la vida o muerte del PRI. No se trata de escribir un epitafio sobre la lápida de este partido. Miles de veces lo han esfumado de la realidad política, lo han declarado cadáver insepulto, y demás, pero el hecho es que este partido sigue viviendo, aunque sea rengueando en el ocaso de sus gloriosos días. Quienes lo sepultan a diario, deberían entender que el PRI no es un capricho de los presidentes en turno que ha tenido México, sino un producto profundo de su historia y su geografía. Por eso se niega a morir, o a bien morir. Lo cual implica que su muerte, que le está viniendo gradual, paulatinamente, habrá de seguir un curso errático y de altibajos. Para bien morir.

En su agonía el PRI se aferra no al pueblo, lo cual le daría resucitado vigor y fuerza, sino a sus enemigos históricos, los de la derecha. Hasta el yunquista Manuel Espino, presidente del PAN, lo defiende y lo protege, cual ocurrió en las anteriores elecciones locales de Chiapas, sólo para oponerse a que el PRD ganase, en la imagen, la elección para gobernador, pese a que Juan Sabines, el que resultó ganador a la postre, no era y no es un perredista ni siquiera tibio o informal, sino un tránsfuga del PRI con apetitos de poder, el cual lo está consiguiendo en su asociación con el PRD. En Chiapas no ganó el PRD ni perdió el PRI; ganó el gobernador saliente, Pablo Salazar Mendiguchía, quien a su vez llegó al poder en una alianza contra natura entre PRD y PAN. Sabines fue siempre su candidato.

O sea, el PRI no convoca a sus masas, que todavía tiene en todo el país, sólo que destanteadas y sin saber qué hacer, y se atiene a las alianzas con quien sea excepto con el PRD, que a su vez lo rechaza a fondo. No se ve en el PRI el menor esfuerzo por refundar su política popular que, chueca o derecha, lo mantuvo al frente del poder durante décadas, pese a que desde los años 40 y 50 vino dando pasos anti populares, con dos excepciones: López Mateos (1958-1964)y Echeverría (1970-76), a quienes les fue imposible retomar el camino del cardenismo reformista de los 30s; el primero porque se tuvo que enfrentar a huelgas muy duras (ferrocarrileros, maestros, telegrafistas) y a don Lázaro ya ex presidente y a sus huestes campesinas y seguidores de la izquierda; y el segundo porque encontró unas fuerzas populares organizadas (CTM, CNC, CNOP) cuyas jerarquías, anquilosadas en la componenda, se le impusieron y no lo dejaron avanzar en una política popular que él estuvo siempre dispuesto a promover, ésto sobre todo como reparación de la querella con las clases medias urbanas que significó el movimiento del 68. Con la llegada de los neoliberales a posiciones de mando en el gobierno priísta, sobre todo a partir de Miguel de la Madrid (1982-88), menos pudo este partido renovar sus aires populares. Desde ese presidente hasta Salinas y Zedillo, el PRI se fue desvinculando con nitidez de su origen y aliento populares.

Mucha gente del pueblo sigue votando por el PRI por añoranza ideológica o por manipulación, o por ambas cosas. No está ni estará con la derecha, el PAN, pero le tiene suma desconfianza al discurso radical, extremista en su anti priísmo, del obradorismo y del perredismo, los cuales por su parte no descansan en apostrofar al PRI y a los priístas, sin distinción, como cómplices del PAN (cuyas cúpulas lo son en el presente), no obstante que en el PRD hay una refundación de política popular, aunque bajo muy diferentes términos que la que protagonizó el PRI, que teóricamente debiera arrastrar a quienes aún votan por el PRI, a sumarse al obradorismo.

En palabras en las que hace tabla rasa de las diferencias entre cúpulas priístas y sectores populares priístas, que en adelante y desde hace tiempo es necesario dejar definido, José Agustín Ortiz Pinchetti (la Jornada, domingo 5 de noviembre), quien ha sido y es muy cercano colaborador de López Obrador, dice, aproximándose a la verdad: “El trágico conflicto de Oaxaca ha demostrado no sólo la incapacidad del gobierno de Fox, sino la rigidez del PRI. Ulises Ruiz es plenamente ilegítimo porque llegó al poder mediante un fraude y porque ha demostrado prepotencia salvaje, ineptitud en el ejercicio de su cargo. Sin embargo, los priístas lo han defendido con ferocidad. No por sus propios méritos, sino por lo que representa: la garantía de la impunidad de los gobernadores priístas y la posible supervivencia en los distintos estados, no del PRI, sino de los grupos que encabezan”.

O sea, las cúpulas del PRI se aferran a la derecha pero no a costa del suicidio del partido que mangonean, pues se les caería el negocio. Y junto con aferrarse a la derecha, chantajean al PAN y al presidente designado, Felipe Calderón, con que si Fox, el PAN y Calderón no apoyan a Ulises Ruiz, ellos no estarán en el quórum del Congreso de la Unión necesario para que Calderón sea ungido el próximo 1º de diciembre. Un pobre PRI disminuido es este de hoy. ¡Qué diferencia de cuando el ex partidazo decidía todo por la vía del presidente en turno! Pero que haya masas que siguen votando por el PRI sólo se explica porque este partido, pese a todo, fue un partido surgido de una revolución social profunda a la cual sus cúpulas ni miran ni oyen en la actualidad. Pero que de todos modos, sigue jugando su papel. Lo cual implica que cualquier fuerza que quiera tener una vigencia histórica equivalente, que el país la necesita, debe andar caminos de revolución ajustada a los nuevos tiempos, no de reaccionarismo y menos de yunquismo proto fascista. Aquello, refundar la política popular, es lo que se propone López Obrador, sin duda.

...