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sábado, noviembre 04, 2006

La derrota de la PFP en las calles de Oaxaca es una derrota política de FOX

De entre la basura periodística del Milenio, desde donde se revuelve y se incinera el "fin del periodismo" nacional, se destaca hoy una colaboración externa, precisamente bien externa... Un aporte de Epigmenio Ibarra, productor y camarógrafo mexicano que aporta otros puntos de vista sobre conflicto oaxaqueño, esa lucha de un pueblo contra la brutalidad de un gobierno que usa el "Terrorismo de Estado" como arma y que se resiste a morir aún muerto. Este terrorismo de estado propio de las dictaduras militares que asolaron nuestro continente en la década de los 70s , es una receta superada por la historia, pero el paranoico presidente Fox, un ignorante de la historia nacional y continental, inacapaz de dar respuestas políticas y negociadas , está llevando al abismo a la paz social necesaria para gobernar, desde el "Golpe de Estado" dado con el fraude electoral hasta la necesidad de garantizarle al ilegítimo-Calderón una toma de posesión avalada por el PRI, está hundiéndose a través de errores políticos constantes con su terquedad de fascista prepotente, y ha tenido un revés en las calles de la sufrida Oaxaca, y esa derrota callejera no solo es una derrota militar a la PFP como "Fuerza de Ocupación", sino que también está siendo derrotado políticamente por el heroico pueblo Oaxaqueño, hoy los pseudo-periodistas serviles a los grupos de poder económico, pretenden hacer creer que la APPO es un grupo minoritario sin sustentos sociales, y ya no saben como defender lo indefendible....

va la nota:

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Colaboración extra
Oaxaca, ¿una victoria federal?

La captura del zócalo de Oaxaca puede ser una victoria engañosa para el gobierno federal y sus mandos policiacos. Como parte de su estrategia, la APPO puede ceder terreno con el objetivo de lograr victorias más significativas.

Los resultados de una operación como la realizada por las fuerzas federales en la ciudad de Oaxaca no se miden tanto por el control que logran sobre el territorio en disputa, algo que, en función de la masa de fuerza que aplican, es natural que consigan prácticamente de inmediato, sino más bien por el éxito político de la operación.

El despliegue de cinco mil efectivos, con el apoyo de tanquetas, fuerzas especiales del Ejército y otras agencias federales para arrebatar a unos miles de mujeres y hombres desarmados el control de una plaza no es algo de lo que nadie pueda vanagloriarse. Ya, de por sí, este despliegue trae aparejada una derrota política.

Tampoco el éxito radica en la "limpieza quirúrgica" de la intervención. Una sola muerte a causa de la acción policíaca directa –como la que en efecto ya se produjo y las que faltan– basta para echar por tierra esa coartada. Que la operación haya resultado menos cruenta de lo esperado ha dependido más de la decisión del movimiento popular de no hacer frente a las fuerzas federales que de la eficiencia de estas últimas. Que en las calles no hayan quedado tendidos decenas de cadáveres es resultado de un repliegue táctico de la APPO hacia zonas –como la ciudad universitaria– donde conserva el control.

Establece la doctrina militar convencional que quien domina las alturas domina el terreno.

En la guerra en El Salvador se demostró la inoperancia de este criterio. El ejército gubernamental instaló bases, siguiendo el ejemplo norteamericano en Vietnam, en las cumbres de las montañas del país.

La guerrilla cedió el control de las alturas y se hizo de las estribaciones medias, las zonas habitadas, desde donde organizaba golpes contra las bases en la cumbre e incursionaba en las ciudades.

Algo así sucede en Oaxaca. Conquistar el zócalo –altura política de la entidad– es una acción simbólica desde el punto de vista militar (véase Bagdad); controlar la capital y, más que eso, sólo la plaza central es un anacronismo. En Irak los norteamericanos, con el "control" de las ciudades, una mera ilusión táctica, son, como las bases de operación aisladas en las alturas salvadoreñas, presa fácil y continua de las incursiones guerrilleras. "Nos pusieron la carne en el asador", decían los combatientes salvadoreños.

Al intentar, este jueves, actuar en las cercanías de la UABJO, confiada por sus éxitos relativos en la remoción de otras barricadas, la PFP no hizo más que acercar más esa "carne al asador". El costo de esa derrota ("retirada táctica" la llama el secretario) es inmenso. Demuestra la fragilidad del control federal, la vulnerabilidad de sus fuerzas acorazadas y da al movimiento popular una nueva y más amplia perspectiva de victoria.

Oaxaca es más que el zócalo, más que el control de los accesos carreteros. La presencia de las tropas federales ha desatado una nueva dinámica social en esas sierras que rodean la capital y donde la miseria, la marginación, la violencia caciquil y la injusticia son el caldo de cultivo de una rebelión que sólo se ha venido postergando.

Las tropas federales, más allá de la propaganda, sufren del síndrome típico de las tropas de ocupación. Más que conquistadores, son rehenes. Están ahí, fijos, en un terreno que desconocen, vistos por miles como el invasor, convertidos en el elemento motivador de la resistencia. Son 5 mil hombres sitiados, inutilizados, que, además, habrán de forzar al Ejército a ensuciarse las manos atendiendo otros conflictos emergentes, otros frentes de cooperación.

No son menos catastróficos los resultados políticos inmediatos de la acción militar en el ámbito local. Enmascarada como una operación de pacificación entre dos fuerzas antagónicas en choque, la presencia de los federales en Oaxaca ha tenido como primer resultado que Ulises Ruiz vuelva a despachar desafiante y cínicamente en la casa de gobierno.

Imposible pues que la PFP se presente como una fuerza de interposición como los "cascos azules". Al contrario, se ha convertido en un factor adicional de confrontación. Su sola presencia es un acicate para los que buscan el choque y la demostración de que el régimen panista es sólo un rehén más del PRI y ha llegado al extremo de poner la fuerza del Estado a su servicio.

Envalentonados por lo que consideran protección federal, los seguidores de Ruiz se preparan para la venganza. Humillados y ofendidos los activistas del movimiento popular se disponen a escalar el conflicto en defensa de sus intereses.

En esa tarea no están solos. En distintas zonas del país –como reacción a lo sucedido en Oaxaca– personas y grupos distintos escalarán también el tono de su disputa con el gobierno de Fox y con Felipe Calderón. Nadie sabe cuál habrá de ser el nuevo escenario de la confrontación.

Las autoridades siguieron el manual de contrainsurgencia. Su fracaso se deberá a ese seguimiento dogmático de principios que no pueden aplicarse de manera mecánica a movimientos sociales esencialmente dinámicos y que han adquirido matices novedosos y originales.

Apostó el gobierno a la división del movimiento y lo logró.

Separados los maestros de la APPO faltaba sólo un brote de violencia radical que justificara la intervención. Los sicarios de Ruiz hicieron el trabajo sucio.

Para que la operación saliera limpia faltó sin embargo un componente esencial: el gobernador tenía que caer al momento en que los federales pisaban Oaxaca. Al fallar en ese objetivo falló de origen la operación.

Nunca se había producido la ocupación de una ciudad, por tanto tiempo, sin que el movimiento protagonista de los hechos tuviera que disparar un tiro y sin que lanzara proclama insurreccional alguna. Que cayera Ruiz era la consigna y no ha caído. El reclamo sigue vivo y se suma el rechazo a la invasión federal.

Lo que comenzó con una demanda sindical a la que el gobierno federal no prestó la menor atención se ha convertido en la semilla de un amplio movimiento insurreccional.

Nadie, en el gobierno, concedió importancia mayor al asunto. No estaba, sin embargo, detrás de esta falta de atención la ceguera proverbial, la ineficiencia, la falta de sensibilidad del foxismo.

A estas alturas la estupidez ya no es el dato folclórico característico de este sexenio, sino una muestra más de la actitud criminal consistente de un régimen que sólo ha buscado por todos los medios garantizar –vía Felipe Calderón– su continuidad en el poder y que así ha quebrantado la paz y la estabilidad social de la nación.

Epigmenio Ibarra


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